TEATRO Y DEMOCRACIA

Esquilo nació en 525 a. C. en el régimen de los tiranos y tenía diecisiete años cuando Clístenes instauró la democracia en Atenas; es decir, vivió en dos épocas y tuvo consciencia de los cambios históricos. Además, peleó en las batallas de Maratón y Salamina, en las que los griegos derrotaron a los persas y aseguraron su independencia y libertad. En el epitafio de su tumba, en Sicilia, quiso que lo recordaran por ello, no por haber sido poeta dramático.

Tales experiencias vitales están presentes en sus tragedias, cuando en ellas reivindica a la pólis y sus valores como el marco social adecuado para que el hombre realice su humanidad. “Por el dolor a la sabiduría”, frase dicha por el coro de ancianos en Agamenón expresa a cabalidad su visión dramática e histórica de la humanidad. De esta manera política y religión constituyen una misma idea rectora de sus tragedias.

La denuncia de una guerra injusta en Los persas expresa su experiencia personal por haber luchado contra los invasores. Allí reivindica al pueblo griego, solo súbdito de las leyes. Cuando en Siete contra Tebas representa en Etéocles al primer personaje pleno del teatro, reivindica al héroe que se sacrifica en defensa de su ciudad y  sus valores. En Las suplicantes hace un retrato vivo de la Atenas democrática cuando, previo voto popular, la ciudad da asilo a las Danaidas perseguidas por los egipcios. Y en Prometeo encadenado nos ofrece el martirio de un héroe que dio el fuego a los humanos, víctima del despotismo de Zeus.

Orestíada representa su visión global de la existencia humana, al representar un recorrido desde una sociedad regida por la ley del talión hasta la plenitud de una sociedad regida por leyes e instituciones creadas con inspiración divina. Es el recorrido “por el dolor a la sabiduría”.

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