EL MITO DE ER

“Y así, Glaucón, fue salvado el mito y no se perdió, y también podrá salvarnos a nosotros, si nos persuadimos” ( República,621 c-d).

  Argumento salvífico, ese que espera como recompensa a los hombres buenos después de la muerte. Es el mito de la trasmigración de las almas que aparece al final de la República de Platón ¿continuación o apéndice? del Libro X, texto donde Platón nos habla de la inmortalidad del alma y las recompensas de la bondad. Los hombres justos son los que han tenido en la tierra una vida feliz, una vida recta movida en ascenso por un fin último que es el camino que conduce a la justicia, el Supremo Bien. Porque la justicia está inscrita en el corazón de cada uno. A los malos y perversos les tocará ser juzgados como a todos los justos; empero, es otra la cara de la justicia que planea sobre el cielo platónico: sufrirán el castigo como derrumbamiento humano. Mito escatológico que signará el otro mito adámico, el cristiano del paraíso perdido. 

¿Y quién es Er? Es un soldado que muere en batalla y resucita a los nueve días, no en tres, la resurrexit en esos griegos llevaba más tiempo. Porque, además, Er no era el logos que se hace carne de unos siglos después, sino un simple mortal. No obstante que no muere del todo para siempre jamás. Er, no será juzgado, sino que, le es dado conocer, teatralmente, el más allá, y regresar para contarlo ¡todo!  Er entonces narrará que todas las almas al morir serán juzgadas por varios jueces en una suerte de Confiteor, un Yo Pecador. Y las almas podrán ver sus maldades y sus actos justos y buenos, aparecer en una big screen, porque a los jueces nada les es oculto. Las almas, todas inmortales, serán dirigidas unas al cielo y otras a la tierra, donde habrá varias puertas, cuatro para ser precisos: en el cielo, dos afuera y dos adentro, igual en la tierra. Las almas puras que tuvieron una vida terrenal acomodadas a la idea de justicia serán llevadas al cielo, mientras que los malos y perversos a la tierra. Luego, sigue el mito, siete días después, las almas, conducidas a una gran planicie se les dará un número, y jugarán a la lotería para escoger su vida próxima. Y puestos a imaginar, no faltarán, quienes, animados por el éxito de su vida terrena, escojan el poder y la gloria que con frecuencia le es dado al gobernante. Otros escogerán la vida animal, ser un águila o una perra; algunas mujeres tomarán la decisión de ser sabias y otras, zorras, en obsequio a sus vidas pasadas. Los hombres, algunos, escogerán el anonimato, y pasarán desapercibidos, ocultos a la mirada de las gentes, ser parte de la multitud. El mito cuenta que entonces las almas fueron llevadas al río Lethe, el río del olvido- un preanuncio del Velo de la Ignorancia de Rawls- y sus recuerdos de vidas anteriores fueron lavados y luego, puestos a dormir, regresarán, amnésicos, a sus nuevos cuerpos, a fatigar una nueva vida, esa que habrían escogido en el valle de la muerte.

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